lunes, 27 de junio de 2011

Surcos bajo los adoquines


Jesús F. Salvadores
DIARIO DE LEÓN 26 DE JUNIO DE 2.011

valentín fernández

La casa de los labradores, mítico comercio leonés, sigue surtiendo de avíos y aperos a propios y foráneos. Sus madreñas, famosas, están repartidas por medio mundo.
EMILIO GANCEDO
Es ciudad, pero tiene alma y manías de pueblo. Como resiste un León que acude religiosamente al mercao semanal de la plaza, suspira por la huertina que mima cada fin de semana en el pueblo y recuerda aquellas infancias de nieve y vecera, pues lo mismo resiste -y con buena salud-, La Casa de los Labradores, emblemático comercio del casco antiguo en el que los Valentín Fernández, padre e hijo, continúan trabajando los géneros de la cordelería, de la semillería, de la zapatería y mil cosas más.
No se conoce documento oficial alguno, pero parece que la tienda data, como mínimo, de los primeros años del siglo pasado. El nombre era el mismo, lo regentaba una viuda llamada Aurelia y se basaba casi únicamente en dos artículos: las madreñas y las alpargatas. La tienda calzó muchos pies leoneses, en invierno y en verano, urbanos y rurales, pues la galocha se usaba en las calles y en los comercios del centro capitalino, durante el invierno, con toda normalidad; y en la provincia entera, de norte a sur, era y es el indiscutible rey del calzado. El establecimiento pasó en los años cuarenta a una cuñada de Valentín padre, y en 1966, a manos de éste. «Aquello era mucho más básico que esto, sobre todo se vendían aperos de madera: rastros, horcas, biendos, piezas de arado, yugos.... -cuenta Valentín hijo-. Los yugos venían de Pío de Sajambre, y las cambas de los arados las hacían en Riaño, Retuerto y Casasuertes». Las madreñas se traían de aquella curiosa fábrica que hubo en Crémenes y, cuando ésta cerró, de Tarna y de Somiedo hasta hoy. Llegaban 'en bruto' y Valentín, enorme y autodidacta artista de la talla, las dibujaba, les sacaba formas, figuras y hasta nombres, las entarucaba...
«Sé de madreñas mías que andan por Inglaterra, Argentina, Nueva York... ¡hasta por Barcelona!», informa con orgullo el patriarca, de 83 años activos e inquietos, pues aún ayuda aquí y allá, atiende a los clientes, ordena, compone, revisa.
Valentín Fernández es sanabrés, nació en Santa Cruz de Abranes, allí donde muere la carretera y poco después nace Portugal. Después de hacer la mili marchó a trabajar a las minas del Bierzo, fue barrenista y entibador en Sorbeda, luego en Murias de Ponjos, Villablino y Cerredo («Porfirio, tráeme muchos como éste», le dijo el jefe a un familiar que le había recomendado), donde le nacieron los hijos. Estando allí surgió la posibilidad de trabajar en la tienda de su cuñado y de su hermana en León, calle Santa Cruz casi esquina con Plaza Mayor.
Desde entonces la tienda ha ensanchado y diversificado, y sólo el relato de los artículos que trabaja La Casa de los Labradores ocuparía varias páginas. Ahí va un pequeño resumen: bastones y cachas, cencerros y esquilas, cordeles, hoces y hojas de guadaña, herramientas de diversos tipos, navajas de Taramundi, hachas, escobas, boinas y sombreros de paja, corchos, barrilitos, alpargatas, galochas, zapatillas de deporte y de calle, botas de monte y de goma, cerandas, mangueras, regaderas, fuelles, calcetines de lana, botas de vino, cepillos, arreos, bridas... hasta tirachinas artísticamente labrados vende.
Establo, jardín y monte se dan la mano entre estas paredes en medio de las cuales destacan dos enormes madreñonas elaboradas por Valentín con reloj y péndulo incorporados, o los imponentes ramos navideños presididos por el escudo de León, que le llevaron al maestro, dice, sólo doce horas. «Los hay que compran los cencerros y las madreñas para decorar, pero no son pocos los ganaderos que vienen cada poco para reponer ambas cosas», ilustra Valentín jr.
Armado con gubia, rallador y cuchilla, Valentín padre se levantaba a las seis de la mañana y remataba 60 pares diarios. Luego las llevaba a los comercios, a las casas, a los coches de línea... a donde hiciera falta. «Estoy contento porque hemos trabajado mucho y hemos tirado para arriba». Y bueno, ¿se puede pedir más hoy en día?